Según el Diccionario de la R.A .E., "ilusionismo" significa arte de producir fenómenos que parecen contradecir los hechos naturales. También según el mismo diccionario, "magia" no es otra cosa que la ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales. De este modo queda patente que la magia es algo real, aunque ilógico, y el ilusionismo un artificio falso que pretende hacer constar que las cosas no siempre son lo que parecen.
No es casualidad que el título de esta película, centrada en el personaje de Eisenheim, una suerte de Houidini ubicado temporalmente enla Viena del siglo XIX, se refiera al hecho de producir esta serie de fenómenos fingidos, porque el juego de las apariencias ocupa un lugar preponderante en esta maravillosa fábula deudora del mejor cine de entretenimiento. El mismo cine que se proyectaba en las salas cuando éstas eran todavía un templo al que acudir para ser partícipe de historias fascinantes y así sentir lo mismo que aquellos niños que, en posición de decúbito supino, esperan ansiosos el nuevo capítulo del cuento con el que la abuela de buen corazón les obsequia puntualmente.
La trama parte con un ojo puesto en los shakespearianos Romeo y Julieta y muestra en sus primeros compases a una pareja de infantes que desafía los convencionalismos de la época para enamorarse obviando su desigual situación socio económica.
Pasan los años y el niño que no pudo evitar que los padres de ella, de profesión marqueses, les separaran vuelve a su ciudad natal después de un largo periplo por Europa del Este donde ha aprendido un sinfín de trucos que le llevarán a llenar el teatro local día tras día. Con una performance que reconstruye la lógica más racional se mete poco a poco a todo el mundo en el bolsillo. A todos excepto al aspirante al trono que, celoso de su repercusión social y de la circunstancia de que su prometida parece sentir cierto tilín por nuestro misterioso protagonista, intenta acabar con él. Así se desencadena una nueva historia de amor aderezada con celos, odios irreconciliables y un par de batallas de ingenio.
El reparto de esta agradable película, encabezado por Edward Norton (El club de la lucha), Jessica Biel (Las reglas del juego), Paul Giamatti (La joven del agua) y Rufus Sewell (Vacaciones), desprende carisma y talento. No es extraño, pues Norton, que desde el inicio de su carrera rara vez ha elegido un papel no destinado a conformar una filmografía llamada a perdurar, parece convertir en oro todo lo que toca. Da igual que sea una de vaqueros o una de Magia Potagia de principios de siglo pasado. El sólo hecho de observar cómo, con su economía de gestos, es capaz de elaborar un personaje tan oscuro como turbador le aleja de histriones como Sean Penn o Al Pacino.
El precioso dilema que plantea El ilusionista, cuyo único error de peso achacable es que tiene un final que ya hemos visto varias veces antes, es si el personaje de Eisenheim es en realidad un mago o un ilusionista. ¿Lo primero?, ¿lo segundo?, ¿ambos?
No es casualidad que el título de esta película, centrada en el personaje de Eisenheim, una suerte de Houidini ubicado temporalmente en
La trama parte con un ojo puesto en los shakespearianos Romeo y Julieta y muestra en sus primeros compases a una pareja de infantes que desafía los convencionalismos de la época para enamorarse obviando su desigual situación socio económica.
Pasan los años y el niño que no pudo evitar que los padres de ella, de profesión marqueses, les separaran vuelve a su ciudad natal después de un largo periplo por Europa del Este donde ha aprendido un sinfín de trucos que le llevarán a llenar el teatro local día tras día. Con una performance que reconstruye la lógica más racional se mete poco a poco a todo el mundo en el bolsillo. A todos excepto al aspirante al trono que, celoso de su repercusión social y de la circunstancia de que su prometida parece sentir cierto tilín por nuestro misterioso protagonista, intenta acabar con él. Así se desencadena una nueva historia de amor aderezada con celos, odios irreconciliables y un par de batallas de ingenio.
El reparto de esta agradable película, encabezado por Edward Norton (El club de la lucha), Jessica Biel (Las reglas del juego), Paul Giamatti (La joven del agua) y Rufus Sewell (Vacaciones), desprende carisma y talento. No es extraño, pues Norton, que desde el inicio de su carrera rara vez ha elegido un papel no destinado a conformar una filmografía llamada a perdurar, parece convertir en oro todo lo que toca. Da igual que sea una de vaqueros o una de Magia Potagia de principios de siglo pasado. El sólo hecho de observar cómo, con su economía de gestos, es capaz de elaborar un personaje tan oscuro como turbador le aleja de histriones como Sean Penn o Al Pacino.
El precioso dilema que plantea El ilusionista, cuyo único error de peso achacable es que tiene un final que ya hemos visto varias veces antes, es si el personaje de Eisenheim es en realidad un mago o un ilusionista. ¿Lo primero?, ¿lo segundo?, ¿ambos?
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