22 oct 2006

Infiltrados (Martin Scorsese, 2006)


Es tremendamente arriesgado hablar de clásicos inmediatos, pero Infiltrados lo es. El director Martin Scorsese, el mismo que tiene a sus espaldas algunos de los títulos más reconocidos de la historia del cine (Taxi driver, Toro salvaje, Uno de los nuestros) se ha superado a sí mismo con este remake de la honkongesa Infernal affairs y no sólo nos ha regalado la mejor película del año, sino que puede ser la de la década.

Acostumbrados como estábamos a recibir sus últimas obras sin frío ni calor, los detractores del Leonardo Di Caprio alejado de papeles adolescentes, que eran los únicos para los que parecía servir, no entendíamos por qué Scorsese se empeñaba en dar oportunidades a un actor de limitados registros al modo de su inicial hermandad con los más sólidos Robert de Niro o Harvey Keitel. Pues ahora todos cerramos la boca, Di Caprio es el próximo Oscar al mejor actor. O si, por las veleidades del destino que afectan a estos arbitrarios y glamourosos premios, no fuera así, se cometería un agravio semejante al de no haber reconocido todavía con ninguna estatuilla al mejor director al autor de todo este cotarro.

Sin entrar en demasiado detalle acerca de la trama, porque la vais a ver todos, os insto a que paguéis la entrada sólo para ver cómo Jack Nicholson hace lo de siempre pero con un guión de altura en que apoyarse, como Matt Damon nos asquea y como Martin Sheen nos enternece. Pagad para ver al gallo Mark Wahlbergh recitando escatológicos chistes y para desternillaros con el cínico jefe de la unidad de policía Alec Baldwin. También desembolsad los euros acumulados con el sudor de vuestra frente para descubrir el talento y dulzura de una nueva y rutilante estrella femenina, Vera Farmiga, a la que se pone en un brete de proporciones semejantes al que sufrió Hamlet.

Yendo a lo concreto, la presentación de personajes nos recuerda a Los Soprano, a Sleepers y a todas esas buenas películas en que el barrio es un caldo de cultivo para poner a punto a los delincuentes del futuro, esos que comen pastrami mientras pisan el cuello del vecino ofensor. Di Caprio (poli bueno infiltrado en la mafia), Damon (viceversa) y Jack Nicholson (capo sin alma) son dibujados con tal maestría en los primeros veinticinco minutos que acabas teniendo la sensación de que sabes como van a actuar en cada momento (mentira cochina). En ese momento, cuando el torrente descriptivo ha alcanzado su punto álgido, el juguetón Scorsese da por finalizado uno de los más sobrecogedores prólogos filmado en mucho tiempo para insertar el título de la película. Pero es que se puede permitir cuantas licencia quiera, porque nos ha hipnotizado y nos tiene a su merced. Nos ha dado la posibilidad de no dudar cuando nos pregunten cuál es la película que más te ha gustado últimamente y cuál recomendarías sin miedo a equivocarte.

A pesar del estelar elenco del que se ha tenido que rodear el sexagenario director para conseguir el primer puesto en la taquilla estadounidense de su carrera, no renuncia a las señas de calidad de la casa. El guarreo de sus comienzos (Malas calles) se hace aquí más patente que nunca. Los tiros en la cabeza que desparraman sesos por doquier suenan y duelen tanto o más que los de la magnífica Heat, obra referencia de tiroteos hasta la fecha.

La banda sonora, al margen de la correcta música incidental de Howard Shore, corona también a Scorsese como el más afinado DJ de la actualidad. Los que estéis acostumbrados a tragaros con calzador catálogos de grandes éxitos en los filmes de Cameron Crowe o en Anatomía de Grey, agradeceréis la introducción de temas al estilo más clásico, en este prodigio de montaje.

Pagad, por favor, para disfrutar, para que os alegréis de este consejo que os he dado y para que la película haga muchísimo dinero y Scorsese no se tenga que retirar nunca. De nada.

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