El cine de aventuras se vio de enhorabuena cuando hace tres años el productor Jerry Bruckheimer y el incierto Nicolas Cage se pusieron de acuerdo para llevar a buen puerto uno de los sleepers de la temporada. Con una recaudación que sólo en EEUU rebasó los 175 millones de dólares, los espectadores se dieron cuenta de lo mucho que echaban de menos a Indy, lo que seguramente hizo que Lucas y Spielberg se decidieran a rodar finalmente la tercera secuela del la saga del arqueólogo humorista.
Lo que en La búsqueda fue un soplo de aire fresco, por la actualización de un héroe por todos añorado, muy bien aliñado con la presencia de la muy rubia e interesante Diane Kruger (Troya, Wicker Park y Copying Beethoven), se convierte en La búsqueda 2: El diario secreto en algo plomizo y repetitivo. De verdad no se me caen los anillos al recomendar un producto de consumo altamente edulcorado pero muy bien dirigido y trepidante como fue la primera tentativa del director Jon Turteltaub (artífice de la patochítica serie Jericho). La paradoja de que de ninguna manera os permita que vayáis a ver esta nueva pieza de una franquicia que lleva camino de la perpetuación no es que no sea una digna sucesión. Es tan buena como la primera. El problema es que es la misma película. No hay nada novedoso. No se riza el rizo. No se buscan cotas más elevadas que en la anterior entrega, ni menos. Si no han visto ninguna de las dos, de verdad, son indistintas. Son idénticas. Pasa lo mismo en el mismo orden. Debido a su contenido les aconsejo que no la vean.
Dos preguntas: ¿En qué estarían pensando Ed Harris, Helen Mirren, Harvey Keitel y Jon Voight? ¿Por qué Harris y Keitel no tienen un Oscar y Cage sí?
Lo que en La búsqueda fue un soplo de aire fresco, por la actualización de un héroe por todos añorado, muy bien aliñado con la presencia de la muy rubia e interesante Diane Kruger (Troya, Wicker Park y Copying Beethoven), se convierte en La búsqueda 2: El diario secreto en algo plomizo y repetitivo. De verdad no se me caen los anillos al recomendar un producto de consumo altamente edulcorado pero muy bien dirigido y trepidante como fue la primera tentativa del director Jon Turteltaub (artífice de la patochítica serie Jericho). La paradoja de que de ninguna manera os permita que vayáis a ver esta nueva pieza de una franquicia que lleva camino de la perpetuación no es que no sea una digna sucesión. Es tan buena como la primera. El problema es que es la misma película. No hay nada novedoso. No se riza el rizo. No se buscan cotas más elevadas que en la anterior entrega, ni menos. Si no han visto ninguna de las dos, de verdad, son indistintas. Son idénticas. Pasa lo mismo en el mismo orden. Debido a su contenido les aconsejo que no la vean.
Dos preguntas: ¿En qué estarían pensando Ed Harris, Helen Mirren, Harvey Keitel y Jon Voight? ¿Por qué Harris y Keitel no tienen un Oscar y Cage sí?
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