La primera vez que vi anunciada La niebla pensé que esta nueva obra de Frank Darabont pasaría desapercibida para el público español. Es el director de Cadena perpetua y de La milla verde, sí; es el director que insistentemente adapta a Stephen King, y ciertamente con éxito, pero ahora no contaba con Tom Hanks. De hecho, la única vez que prescindió de él para optar por otro caballo ganador (Jim Carrey) en el abordaje de The Majestic, su único proyecto ajeno al escritor de terror, se metió un gran tortazo comercial. Curiosidad tenía pues por saber qué es lo que pasaba esta vez dejando al no demasiado carismático Thomas Jane a los mandos de la nave... Pues que en España se colocó número dos de taquilla en su primera semana sólo por detrás de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal.
Una de las razones de su éxito puede derivarse del hecho de que King apadrine a la película ya desde el título. A la altura del Hamlet de Kenneth Branagh, del Drácula de Coppola y del Vampiros de John Carpenter. El nombre del autor como parte indivisible del encabezamiento. La otra: los espectadores de todo el mundo están ávidos de pasar un mal rato. Les gusta sufrir, retorcerse en la butaca. Y si, de vez en cuando, no son niñas gritonas sin cerebro las protagonistas de las angustiosas tramas, si se hace una propuesta de terror desde un punto de vista adulto, con personajes reconocibles, extrapolables a la vida cotidiana, es como encontrar un oasis en el desierto.
Ese ha sido el acierto de Darabont: poner el punto de vista en una aldea, introduciendo toda la galería de arquetipos posibles en una urna, de manera que las distintas ideologías vayan amalgamándose hasta tornar en guerra civil, al modo de una pequeña caricatura de nuestra sociedad contemporánea. Gran hermano con una amenaza en el umbral.
Es academicista, casi un manual de tempo y narrativa La niebla. Sólo adolece de algo más de carisma por parte de Jane y de una decisión errónea en el planteamiento de su desenlace. Y, si se analiza, es un error tremendo, puesto que el giro de tuerca que se propone llega cuando el espectador ya está conmocionado. No hace falta nada más. De verdad, no había que tirar por lo fácil. Es lo que diferencia a una película correcta de una notable. Diez segundos de más.
Claro que hay otros que no sólo se pasan en en fracciones de minuto y hacen temporadas enteras sobre chorradas inenarrables. Hablo de Jericho, que no me había hecho nada hoy, pero es una de las series más absurdas que he visto en tiempos. La referencia no es gratuita, quien le haya dedicado un tiempo al engendro de Jon Turteltaub, puede esperarse algo parecido en cuanto a premisa esta nueva película de Frank Darabont.
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