9 jun 2008

Una chica cortada en dos (Claude Chabrol, 2007)


Cuánto mal ha hecho Woody Allen con su giro hacia la senilidad. No lo digo sólo por la cosecha de malas películas que viene cultivando desde que se le acabó la gracia con La maldición del escorpión de Jade, sino porque su cine tiene consecuencias. Que se lo digan a Chabrol, que con su Una chica cortada en dos, presenta un refrito de lo más detestable que ha hecho en la última década el artista clarinetista. El tema de la magia, explorado superficialmente en Scoop por Allen, tiene aquí un reflejo no sólo en los escenarios concretos sino también en el título, que pretende ser una metáfora, y todo lo contrario, en esta pretenciosa, horrible, aburrida película del que fuera precursor de la nouvelle vague.

Ludivine Sagnier, descubierta hace tiempo ya en Mi mujer es una actriz (Yvan Attal, 2001), juega aquí a ser nueva promesa. Como si en la edición francesa de GQ le hubieran propuesto al casi octogenario realizador que se sacara a una hembra lustrosa de la chistera para hacer un reportaje gráfico al rebufo. Sagnier es un buen especimen, no cabe duda, juega a hacer de Scarlett y sus encantos son indudables, pero igual que pasaba con la Nola Rice de Match point, hace falta más que un tipín para salvar un naufragio.

El nuevo juguete de Chabrol empieza, no obstante, con un ritmo endemoniado, con un envidiable compás escenográfico. Las conversaciones se suceden y todo el mundo, desconcertado, se plantea por dónde irán los tiros. Al final la cosa va de un escritor otoñal felizmente casado que se obsesiona con una presentadora de televisión jamona e impresionable. Además hay un joven desequilibrado y pijo que hace la competencia al viejo. Ahí surge un triángulo emocional que sirve para titular el pastiche.

Son sólo 35 minutos los buenos en una de las obras que servirán de testimonio fílmico (toquemos madera) al director de El bello Sergio, los inmediatamente anteriores a que la trama empiece a resbalarse por una pendiente de putrefacción y decadencia moral incómoda y aburrida. Recuerda por temática a la sordidez de Hable con ella: un telefilm hinchado por nombres, prestigio y aire.

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