4 jun 2008

Las partículas elementales (Oskar Roehler, 2006)


Ha sido un alemán, Oskar Roheler, quien se ha atrevido a trasladar a la gran pantalla al controvertido, brillante y procaz filósofo Michel Houellebecq en Las partículas elementales. Un agitador de masas superventas que ha entusiasmado y horrorizado a partes iguales a lectores de 25 idiomas diferentes.

El nihilismo, la sexualidad reprimida y la incapacidad del ser humano para relacionarse de manera sana y natural son los temas recurrentes que de la literatura de Houellebecq ha sabido rescatar el realizador teutón para un consumo audiovisual, si cabe más masivo.

Bruno y Michael son dos medio hermanos de suerte desigual. Uno brillante físico, el otro profesor de secundaria derrotado por sus fantasmas internos. Ambos se relacionan con el sexo opuesto de manera disfuncional, condicionados por la nada convencional educación que les proporcionó su madre, una hippy estancada en los setenta que siempre ha antepuesto el hedonismo a la creación de un ambiente familiar aceptable.

Bruno, interpretado con maestría por Moritz Bleibtreu, ha de ser internado en un psiquiátrico para poder soslayar tamaña tara emocional. Michael es más fuerte y, aunque no siempre se ha considerado seguro de sus posibilidades, ve más sentido en su vida por desarrollar una labor que le apasiona. Las relaciones humanas son para él un acicate superfluo en una vida que tiene como epicentro la ciencia en la vertiente de la reproducción artificial. Un tema, este, nada inaudito en la trayectoria del escritor francés, que en su última novela, La posibilidad de una isla, tiene un protagonismo más marcado aún.

Houellebecq no es fácil de leer por la cantidad de preguntas que plantea. No se puede decir lo mismo de Roheler, que donde la novela sugiere, él cierra en falso hasta dar lugar a una peliculita convencional y coja en su clímax.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No he visto aún la peli, espero hacerlo. Tampoco entraré en la eterna disputa de qué es mejor... Son lenguajes diferentes las imágenes de las palabras...
El libro me atrapó, me removió.

Saludos.

16 de diciembre de 2007 13:14