24 sept 2007

San Sebastián (Día 5)

Ayer hice los deberes y obtuve una recompensa a medias. Vi la Sección Oficial. Las dos pelis. Primero la horrenda argentina Encarnación; por la tarde la divertida e intrincada Siete mesas de billar francés, que cuanto más la masco, más me convence. Desmenuzamos:


Encarnación (Anahí Berneri, 2007 - Sección Oficial)


No quiero ser cruel ni colérico, ni quiero que me salga una úlcera mientras escribo, ni a vosotros mientras leéis, pero no sabéis, no os hacéis una idea de lo mala que es. No lo digo desde una torre de marfil. No es que yo pudiera dirigir algo mejor. No es que tenga afán de destruir por destruir. No es nada de eso. Lo prometo. Es que no tiene nada. Sé que dije lo mismo de la última de Sarandon, pero es que aquí ni siquiera está ella.

Encarnación es el nombre de una antigua vedette/actriz argentina, al modo de Norma Duval, de 45 años que aparenta 60. Se lamenta de lo que fue y ya no es. Y coquetea con todos de manera lastimosa. Y nadie la quiere. Y es así desde el principio hasta al final. De nuevo una peli en la que los personajes no avanzan ni un ápice. Estoy empezando a pensar que en lugar de ser una torpeza es una tendencia.

Ni siquiera del patetismo que se supone debería transmitir es capaz de contagiarnos la actriz Silvia Pérez, de la que se rumorea que su vida inspiró el guión. Ya lo siento, Silvia.


Stanley and Livingstone (Henry King & Otto Brower, 1939 - Ciclo Henry King)


Nada que ver a mitad de día. Me entran ganas de pagar una entrada en el cine comercial aledaño al Príncipe para ver la última de Adam Sandler y quitarme el mal sabor de boca de por la mañana. Reculo, me hago el profesional y me meto a ver lo que proyectan a las 4 del ciclo de Henry King, una que narra la historia del geógrafo Livingstone (Cedric Hardwicke) y el periodista Stanley (Spencer Tracy). La que dibuja los hechos que enmarcaron a la célebre frase "Dr. Livingstone, supongo", a mi gusto demasiado manoseada porque, en realidad, sed sinceros, ¿quien ha tenido a alguien llamado Livingstone delante como para recitarla legítimamente sin parecer un entendidillo o directamente un payaso? No es buena. No la recomiendo. Me encanta Adam Sandler.


Siete mesas de billar francés (Gracia Querejeta, 2007 - Sección Oficial)


Veo entretenido y animado, sin mirar el reloj durante las casi dos horas que dura, lo que es gran mérito, la nueva peli de la inteligente Gracia Querejeta, de la que ya me gustó mucho Héctor.

Maribel Verdú y Blanca Portillo serán nominadas con justicia a los Goya -y no descarto que la primera se lleve la Concha de Plata-, por su contención, su garbo y su patetismo en otra historia urbana de la hija de Elías. Pero ellas son sólo la punta del iceberg de un reparto que está soberbio, desde Ramón Barea hasta Julián Villagrán pasando por el niño Víctor Valdivia. Chapó para ellos. El guión, además, está escrito con solvencia; la historia discurre con sinuosa gracilidad aportándonos píldoras de información con cuentagotas, como gustándose. Cierto es que se le pueden discutir a la directora algunas de sus decisiones sobre lo que se filmó y finalmente no se montó, pero no hay ningún error de peso y no puede uno menos que ser indulgente con una historia que divierte y conmueve (30 euros tienen la culpa, os lo dejo ahí para que lo entendáis en el futuro) a partes iguales.

Lo mejor que he visto en Sección Oficial hasta el momento. Me hace sospechar que el director del festival es tremendamente astuto y ha llenado de morralla la categoría para que el premio se quede en casa.


Una mujer invisible (Gerardo Herrero, 2007 - Horizontes Latinos)


Me quedo sin entradas para El búfalo de la noche, película protagonizada por Diego Luna que adapta la primera novela del guionista de Iñárritu (Guillermo Arriaga). Por no haber sido más responsable y dejar todo para el último momento, recibo la penitencia de la última película de Gerardo Herrero.

Por lo menos me reí a gusto. Pocas veces en mi vida había visto una dirección de actores tan absolutamente desacertada, aunque a lo mejor no se podía hacer más. Que Dios me perdone, pero nunca he visto una actriz tan mala como María Bouzas. Nada de lo que dice es creíble. Tanto parece que la han sacado de una escuela de ping-pong (uno de los divertidos escenarios de Una mujer invisible es la Federación Española de Tenis de Mesa, sí) que asusta el criterio de Gerardo Herrero a la hora de delegar en los directores de casting. Los cinéfilos que hilen fino podrán ver más que sospechosos paralelismo con Match point. El ping pong como metáfora de la vida. Gerardo, te has ganado el segundo chapó del día.

Ahora entiendo por qué Auster tuvo algunos fallitos (cada vez va subiendo puestos en mi lista de favoritos del festival, visto lo visto). Es que el que le producía era Herrero. Normal que no le pusiera ni una coma, el de Nueva York le da mil vueltas.

No quiero ponerme gilipollas. No quiero repartir sin ton ni son. No quiero hacerme desagradable a vuestros ojos, pero es que lo que aquí se cuece es tremebundo a ratos. Sé que no es como trabajar en la mina, o en el Daily, pero también hay que ser valiente.

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