25 sept 2007

San Sebastián (Día 6)

Exodus (Pang Ho-Cheung, 2007 - Sección Oficial)


Barajo la posibilidad de que la organización haya decidido acabar con la paciencia de la concurrencia. Lo paso mal en Exodus. Me tengo que morder a menudo los nudillos para que el dolor me permita seguir alerta y despierto. Tengo que verla para poder contárosla. Y si me duermo no puedo verla. Y si me duermo me la pierdo y entonces os mantenéis informados de lo que aquí acontece por medio de otros. No me puedo perder el lujo de que os bajéis del barco. Aunque llegue totalmente lleno de lesiones auntoinflingidas a Madrid, tendréis vuestra crónica diaria.

"Cuando Tsim, un policía de Hong Kong, toma una declaración rutinaria a Kwan, arrestado por utilizar la cámara de vídeo en un baño de señoras, éste le dice que estaba reuniendo pruebas sobre una conspiración mundial de una agruapción de mujeres para exterminar a los hombres. Tsim tampoco puede discernir si Kwan está intentando librarse de la condena o si realmente cree en esta absurda teoría de la conspiración. Pero cuando Kwan desaparece, junto con las pruebas de su declaración, Tsim empieza a pensar que la organización puede ser real".

La que acabo de transcribir era la suculenta sinopsis de Exodus. Atractiva a priori, apuntaba a que podíamos encontrarnos ante la nueva Old boy o la nueva The host, las más pulidas perlas orientales de ciencia ficción que han llegado a nuestro país en los últimos tiempos. Nada de eso. Cuando se agota el contenido del mini resumen adjunto, la película fenece. Aún habiendo que concederle cierta reverencia a parte de su envoltorio formal, no se vive de eso durante 94 minutos. Ciertos relámpagos visuales perdurarán en la memoria de quienes la vean y un par de bromas locas harán batir las mandíbulas, pero esta obra de Ho-Cheung es floja y a ratos verdaderamente aburrida. Algunos aplausos al final de la proyección en el Victoria Eugenia hablan de gente deseperada que, a estas alturas, ya se contenta con cualquier cosa.


La gracia de Gracia


El idiota juego de palabras que encabeza este epígrafe no es fruto de un elaborado proceso reflexivo, ni tampoco de la creencia de que la directora de Siete mesas de billar francés podría triunfar si Genio y figura volviera a emitirse. Gracia Querejeta tiene gracia porque es lista, resuelta y tiene salero. Como una veterana capitana general, cierra filas tras su reparto, que se presenta a defender la comedia que a buen seguro se llevará un pellizco del palmarés.

Gracia es elegante. Clónica de su padre, posee los rasgos de un Elías un tanto más andrógino y la mirada de una persona más mayor de lo que le corresponde. Piensa bien qué respuestas darnos, se toma su tiempo, pero es una dulce espera, cómplice. Y cuando ha extraído de lo más profundo de su cabeza lo que cree más conveniente para convenceeronos y dejarnos satisfechos, dispara su voz grave de cazalla derramando metralla de convicción, verdad y aplomo.

Gracia es asertiva y domina el elemento. La gente no la asusta, de hecho parece gustarle. Aunque no lo dice, creo que está satisfecha de ser la princesita por un día. De acaparar muchas más preguntas que Verdú y Portillo juntas. Y casi tantas fotos como la primera. Porque a pesar de que sus ojos ya han visto una buena cantidad de amaneceres, guardan un brillo atractivo a juego con una sonrisa cínica y juguetona. Vaya pilla estás hecha, Gracia.


Caramel (Nadine Labaki, 2007 - Zabaltegui)


Me desespero con este clon de Amèlie a la libanesa. Sorprendentemente todo el mundo parece encantado a mi alrededor y me pregunto si ya estoy quemado o es que soy demasiado tonto para no apreciar el minimalismo de la atmósfera vital de unas esteticienes que utilizan el salón de belleza donde trabajan como campo de batalla para la planificación de citas que las emparejen con el heredero de una rica familia. O con la clienta buenorra y sexualmente ambigua.

Cuando pasa un rato, Juan y yo nos damos cuenta de que efectivamente, no; no nos encontramos ante la segunda parte de Chocolat, broma que le hago durante los créditos iniciales que le hace una gracia exagerada. A los curiosos les diré que la película obtiene su título del extravagante material que se utiliza en ese local concreto para hacer la depilación caliente.

Atestiguo la valentía de hablar de homosexualidad, adulterio y mancillamiento prematrimonial en el país de origen de la cinta pero no me conformo. Yo quiero diversión, quiero que me entretengan, que me cojan de la mano y me lleven de paseo durante 120 minutos a dar un viaje alucinante que recordaré. Quiero llevarme algo en la mochila. No he venido aquí a fichar.


Mil años de oración (Wayne Wang, 2007 - Sección Oficial)


Cosa buena para acabar el día. Tiene algunos de los mejores momentos que estos cansados y orzuelosos ojos han visto en cuatro días ya. No dudo que esta película estará entre las favoritas del público y de la crítica. Tiene muchas cosas que me gustan y muy pocas que me desagradan. Con unos 87 ajustados minutos y una puesta en escena higiénica y tendente al clasicismo, la película de Wayne Wang se gana mi aplauso en varios momentos de la proyección.

Una joven china recibe a su padre de visita en Estados Unidos. El choque generacional, cultural y emocional es insalvable. Su distancia comunicativa también. De hecho, cuanto más avanza el metraje, más se alejan ambos. Henry O da vida a un anciano comunista de esquemas mentales ortodoxos e inamovibles. Desprende un carisma que le hace empatizar con toda clase de desconocidos con los que comparte animada conversación a pesar de manejar idiomas distintos. Con su hija se comunica en chino y, aún conociendo ambos el código común, la transmisión del mensaje es siempre imposible.

Enternece esta fábula sobre las relaciones paternofiliales complicadas. Alegra su forma de distender la gravedad con las pequeñas paradojas cotidianas. Wang recupera el pulso perdido con sus últimas paridas comerciales norteamericanas. Sería una lástima que de ser incluido entre los galardonados, la gente piense que es por el chauvinismo de Auster, su codirector en Smoke.

No hay comentarios: