Cuando era un adolescente, decidí que quería ser crítico de cine algún día para hablar sin complejos de cuánto me gustaba Un papá genial. La comedia, incluso la tosca, merece un respeto. Merece respeto la gente desprejuiciada que escribe chistes, inteligentes, de cacaculopedopis. No son fáciles de escribir. Y más difícil aún es que funcionen. Los hay que tienen distintos niveles de profundidad. Aúnan metalenguaje, intertextualidad, humor físico, verbal…y hasta químico. La comedia como una de las bellas artes. Mi padre detesta La vida es bella. Y mi cuñado. Quieren ir al cine a ver cosas que les saquen de su grisura cotidiana. Píldoras de microfelicidad. Eso hacían Los hermanos Marx, Buster Keaton y Peter Sellers. En los últimos tiempos, se han encargado de esa tarea los chicos del Saturday Night Live: Andy Kauffman, Steve Martin, Eddie Murphy, Adam Sandler, Jim Carrey, Ben Stiller, Mike Myers o Tina Fey.
Judd Apatow, director de Virgen a los 40 y de la reciente Lío embarazoso, es un nuevo gurú. Un nuevo rey Midas de la comedia. Sólo tiene dos películas en su haber como director, pero está creando tendencia. Este compulsivo analista de chistes, más o menos afortunados, de SNL durante su pubertad parece saber entonar la sinfonía de la carcajada humana a nivel internacional. Al modo de un flautista hipnótico. Tiene troupe, como troupe tienen Almodóvar, Sandler, Ferrell o Stiller. Camaradas eficaces que hacen que todo fluya como un engranaje perfecto.
Su banda es la que forman Seth Rogen, Katherine Heigl, Leslie Mann (su genial esposa) o Steve Carell. A lo mejor no tan contrastados como los anteriores monstruos mencionados pero con toda una vida de éxitos en su horizonte.
Lo nuevo de la factoria es Supersalidos. Nada apetecible título a priori para un estrato sociocultural JASP, WASP, culto y preocupado de su salud mental. La barbarie está servida. Los protagonistas se mueven en una franja de edad acaso demasiado localista. Sus hormonas son las dueñas de su sesera y les hacen precipitarse al borde de la locura frenopática. En el momento en que tu cabeza no controla a tu cuerpo, el desastre está servido. De eso se vale Supersalidos.
La trama se asemeja a cosas vistas ya. Desmadre a la americana, La revancha de los novatos, Road trip o American pie han sido referentes indiscutibles revalorizados con el paso del tiempo. El tono es similar. Lo grotesco campa sin prejuicios. La chaladura borreguil alcanza unos límites de bizarrismo que nos llegamos a preguntar si esos seres humanos retratados en realidad existen o son mutantes. Lo que consigue muy bien el director Greg Mottola, apoyado en el sabroso guión de Seth Rogen es humanizar a una panda de tarados que, en su estulticia, rozan cotas de ternura casi incongruentes con la brutalidad sexual de su entorno. En ese aspecto, la tarea de los dos actores principales –el gordito Jonah Hill y Michael Cera (Arrested development), definidos por Rogen como guionistas en potencia, hacen que su interpretación sea tierna y emocionante. Al modo de Aquellos maravillosos años o de las amables películas ochenteras de instituto de John Cusack.
Supersalidos se queda lejos de ser una obra maestra. Es irregular y a ratos pierde interés. No están tan conseguidas las escenas en las que los dos protagonistas comparten pantalla que cuando la galería de secundarios entra en escena. Y es que a pesar de la tremenda humanidad que desprende el conjunto, sólo las dos cabezas de cartel logran trascender la pantalla y destilar la verdad autobiográfica que, efectivamente, late en el guión. La primera media hora de la cinta, arrolladora, si que merece entrar por mérito propio en la antología cómica de los 2000. Y la escena final de las escaleras mecánicas, en puja directa con Dawson crece en la de la romántica y evocativa.
Judd Apatow, director de Virgen a los 40 y de la reciente Lío embarazoso, es un nuevo gurú. Un nuevo rey Midas de la comedia. Sólo tiene dos películas en su haber como director, pero está creando tendencia. Este compulsivo analista de chistes, más o menos afortunados, de SNL durante su pubertad parece saber entonar la sinfonía de la carcajada humana a nivel internacional. Al modo de un flautista hipnótico. Tiene troupe, como troupe tienen Almodóvar, Sandler, Ferrell o Stiller. Camaradas eficaces que hacen que todo fluya como un engranaje perfecto.
Su banda es la que forman Seth Rogen, Katherine Heigl, Leslie Mann (su genial esposa) o Steve Carell. A lo mejor no tan contrastados como los anteriores monstruos mencionados pero con toda una vida de éxitos en su horizonte.
Lo nuevo de la factoria es Supersalidos. Nada apetecible título a priori para un estrato sociocultural JASP, WASP, culto y preocupado de su salud mental. La barbarie está servida. Los protagonistas se mueven en una franja de edad acaso demasiado localista. Sus hormonas son las dueñas de su sesera y les hacen precipitarse al borde de la locura frenopática. En el momento en que tu cabeza no controla a tu cuerpo, el desastre está servido. De eso se vale Supersalidos.
La trama se asemeja a cosas vistas ya. Desmadre a la americana, La revancha de los novatos, Road trip o American pie han sido referentes indiscutibles revalorizados con el paso del tiempo. El tono es similar. Lo grotesco campa sin prejuicios. La chaladura borreguil alcanza unos límites de bizarrismo que nos llegamos a preguntar si esos seres humanos retratados en realidad existen o son mutantes. Lo que consigue muy bien el director Greg Mottola, apoyado en el sabroso guión de Seth Rogen es humanizar a una panda de tarados que, en su estulticia, rozan cotas de ternura casi incongruentes con la brutalidad sexual de su entorno. En ese aspecto, la tarea de los dos actores principales –el gordito Jonah Hill y Michael Cera (Arrested development), definidos por Rogen como guionistas en potencia, hacen que su interpretación sea tierna y emocionante. Al modo de Aquellos maravillosos años o de las amables películas ochenteras de instituto de John Cusack.
Supersalidos se queda lejos de ser una obra maestra. Es irregular y a ratos pierde interés. No están tan conseguidas las escenas en las que los dos protagonistas comparten pantalla que cuando la galería de secundarios entra en escena. Y es que a pesar de la tremenda humanidad que desprende el conjunto, sólo las dos cabezas de cartel logran trascender la pantalla y destilar la verdad autobiográfica que, efectivamente, late en el guión. La primera media hora de la cinta, arrolladora, si que merece entrar por mérito propio en la antología cómica de los 2000. Y la escena final de las escaleras mecánicas, en puja directa con Dawson crece en la de la romántica y evocativa.
1 comentario:
Estimado ideologo:
He decidido increpar aqui, por fin, porque hace un tiempo que tu blog me estaba buscando...y yo la que tenía ganas de enfatizarlo, ya te dije que no fui yo la que increpó a tu querido pariente de greenpeace eso de que debería estudiar mas, que por cierto estoy totalmente de acuerdo, no, no fui yo, pero sólo quería hacerle llegar el mensaje de que si una rata llegara a oler el humo del tabaco no moriría, por lo menos no en el acto, que pierda cuidado. Lo que me deja preocupada de su mensaje es, ¿le parece normal que haya ratas por la calle y encima creca del PP y esta rata muera? entre cova y tu primo van a conseguir que me replantee mis valores en la vida,,,
(si te fijas las comas tienen sus espacios detras)
16 de noviembre de 2007 18:59
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