Sólo necesito que el tiempo y las lesiones (como dicen los futbolistas) actúen de cómplices para que mi hipótesis se cumpla y J.J. Abrams se convierta en el más revolucionario gurú televisivo desde Steven Bochco (Hill Street Blues). Si ya había obtenido el beneplácito de los jóvenes diabéticos de este mundo con la fallida Felicity, y ahora triunfa internacionalmente con su ambiciosísima Lost, fue Alias la que le situó en el lugar tan privilegiado de la industria del entretenimiento que ahora ostenta. Su elección por parte del egomaniaco, aunque inteligentísimo, Tom Cruise para debutar como realizador cinematográfico en Mission: Impossible III no fue gratuita, pues si alguien ha conseguido revolucionar el mundo del espionaje catódico es Abrams.
La premisa de Alias es simple: una joven que cree estar trabajando para el gobierno de los EEUU se entera, cuando su prometido es asesinado, de que en realidad lo hace para una célula terrorista. Desde ese momento se hace agente doble para, coordinada porla CIA , acabar con aquellos que llevan engañándola 6 años. Su único apoyo son su supervisor en Langley, Michael Vaughn, y su padre, otro agente doble del que apenas sabe nada.
Puede parecer que esta premisa no tenga el atractivo suficiente para enganchar a la audiencia, pero lo que acabo de exponer es sólo lo superficial de la fórmula.
Este producto funciona a varios niveles. El primero de ellos, como comedia dramática treintañera. Sydney (Jennifer Garner) se desenvuelve en el típico entorno saludable de la gente de su edad: acude a la facultad mientras “trabaja en un banco”, comparte piso con su compañera Francie, que está a punto de casarse, y tiene un amigo, Will, que es un reconocido y concienzudo periodista. El retrato generacional está hecho. Todos los personajes son creíbles y los actores que los interpretan, solventes. Muchas series estadounidenses, (Treintaytantos, Melrose Place), han triunfado retratando esta esfera pero aquí hay algo más, el plus o segundo nivel: la trama de espías.
Es realmente encomiable el rendimiento que se puede sacar a unos rótulos tipográficos que anuncian destinos exóticos y unas cuantas panorámicas de exteriores. Con una leve pincelada, Alias nos traslada de un punto a otro del globo terráqueo absolutamente alejados y da una dimensión de expansión al producto totalmente mundial. Esto suele darse dos veces o tres por capítulo, es decir, aproximadamente cada 15 minutos. Como queda demostrado, el ritmo de la trama es vertiginoso. El gran mérito de la producción es que escenarios cotidianos como el apartamento de Sydney, la oficina del SD-6, el sótano donde la protagonista y Vaughn mantienen sus reuniones clandestinas y así un largo etcétera, son visitados constantemente y de manera casi esquemática, lo que los convierte en seña de identidad y lugar común para los espectadores. La posible desorientación por sobredosis de información es paliada de antemano con esta pensada estrategia.
La idiosincrasia más revolucionaria, aún así, es la audaz técnica de montaje cuyo desorden se ha convertido en un hecho recurrente en el universo Alias. De la misma manera que hay gente que antes de empezarse un libro lee la última página en al menos uno de cada cuatro capítulos el final de la trama queda apuntado en los primeros cinco minutos, creándose un vértice de gran intensidad antes incluso de los créditos iniciales (que suelen incrustarse en el minuto 8, cosa curiosa y rompedora también). Esta circunstancia provoca un gran nivel de adhesión y fidelidad del televidente, puesto que cada minuto cuenta. La elegancia de los flashbacks, que en ocasiones abarcan hasta tres niveles de profundidad hacen de Alias algo innovador e inteligente.
El aspecto en que esta serie es importante, por encima de las mencionadas cuestiones técnicas es por dar el protagonismo de una serie de acción a una mujer. Una mujer que tiene puntos en común con El equipo A, McGyver, James Bond e incluso Los Hombres de Harrelson. Todos machos muy machos. Se había hecho algo parecido en Nikita, pero la construcción del personaje era hilarante en comparación con lo que tenemos entre manos. Si sumamos la feminidad del rol principal a la cuestión de los agentes dobles, la complejidad se dispara. El hecho de que Sydney sea una agente doble representa una metáfora de todas esas mujeres JASP que rondan la treintena y que aparte de sus cometidos como trabajadoras brillantes y emprendedoras, desempeñan una función complementaria como amas del hogar cuando acaban su exhaustiva jornada laboral. La dicotomía queda apuntada. Ya no vale poder con un solo cometido. Eso se ha quedado antiguo. Por ello, al margen de la gran carga adrenalínica de la serie que engancha a los hombres, Alias es, ante todo, un gran alegato feminista.
Ya no habrá más Alias. Es una serie concluida que reposa en las estanterías de los centros comerciales en forma de cinco cajas de DVD´s con un universo de acción mística por descubrir en su interior. Los productores después de percibir que la adhesión a esta ficción por parte de la audiencia estadounidense ya no era la misma que en sus primeras temporadas, decidieron dar fin a la serie el 22 de mayo de 2006 para que no cayera en la caricatura de lo que fue, una máquina de cosechar premios (entre ellos el Globo de Oro para Garner en 2002 amén de tres nominaciones consecutivas más) en la que desfilaron intérpretes de la talla de Lena Olin, Quentin Tarantino, Faye Dunaway, Elodie Bouchez, Christian Slater, Isabella Rossellini, Angela Basset o Mia Maestro.
Como curiosidad, destacar que al quedarse embarazada Jennifer Garner durante el rodaje de la última temporada, su personaje fue delegando responsabilidades en las escenas de acción en el personaje de Rachel Gibson (Rachel Nichols), otra supuesta agente dela CIA despechada al descubrir que también había sido engañada por una célula terrorista encubierta para llevar a cabo actividades ilegales.
La premisa de Alias es simple: una joven que cree estar trabajando para el gobierno de los EEUU se entera, cuando su prometido es asesinado, de que en realidad lo hace para una célula terrorista. Desde ese momento se hace agente doble para, coordinada por
Puede parecer que esta premisa no tenga el atractivo suficiente para enganchar a la audiencia, pero lo que acabo de exponer es sólo lo superficial de la fórmula.
Este producto funciona a varios niveles. El primero de ellos, como comedia dramática treintañera. Sydney (Jennifer Garner) se desenvuelve en el típico entorno saludable de la gente de su edad: acude a la facultad mientras “trabaja en un banco”, comparte piso con su compañera Francie, que está a punto de casarse, y tiene un amigo, Will, que es un reconocido y concienzudo periodista. El retrato generacional está hecho. Todos los personajes son creíbles y los actores que los interpretan, solventes. Muchas series estadounidenses, (Treintaytantos, Melrose Place), han triunfado retratando esta esfera pero aquí hay algo más, el plus o segundo nivel: la trama de espías.
Es realmente encomiable el rendimiento que se puede sacar a unos rótulos tipográficos que anuncian destinos exóticos y unas cuantas panorámicas de exteriores. Con una leve pincelada, Alias nos traslada de un punto a otro del globo terráqueo absolutamente alejados y da una dimensión de expansión al producto totalmente mundial. Esto suele darse dos veces o tres por capítulo, es decir, aproximadamente cada 15 minutos. Como queda demostrado, el ritmo de la trama es vertiginoso. El gran mérito de la producción es que escenarios cotidianos como el apartamento de Sydney, la oficina del SD-6, el sótano donde la protagonista y Vaughn mantienen sus reuniones clandestinas y así un largo etcétera, son visitados constantemente y de manera casi esquemática, lo que los convierte en seña de identidad y lugar común para los espectadores. La posible desorientación por sobredosis de información es paliada de antemano con esta pensada estrategia.
La idiosincrasia más revolucionaria, aún así, es la audaz técnica de montaje cuyo desorden se ha convertido en un hecho recurrente en el universo Alias. De la misma manera que hay gente que antes de empezarse un libro lee la última página en al menos uno de cada cuatro capítulos el final de la trama queda apuntado en los primeros cinco minutos, creándose un vértice de gran intensidad antes incluso de los créditos iniciales (que suelen incrustarse en el minuto 8, cosa curiosa y rompedora también). Esta circunstancia provoca un gran nivel de adhesión y fidelidad del televidente, puesto que cada minuto cuenta. La elegancia de los flashbacks, que en ocasiones abarcan hasta tres niveles de profundidad hacen de Alias algo innovador e inteligente.
El aspecto en que esta serie es importante, por encima de las mencionadas cuestiones técnicas es por dar el protagonismo de una serie de acción a una mujer. Una mujer que tiene puntos en común con El equipo A, McGyver, James Bond e incluso Los Hombres de Harrelson. Todos machos muy machos. Se había hecho algo parecido en Nikita, pero la construcción del personaje era hilarante en comparación con lo que tenemos entre manos. Si sumamos la feminidad del rol principal a la cuestión de los agentes dobles, la complejidad se dispara. El hecho de que Sydney sea una agente doble representa una metáfora de todas esas mujeres JASP que rondan la treintena y que aparte de sus cometidos como trabajadoras brillantes y emprendedoras, desempeñan una función complementaria como amas del hogar cuando acaban su exhaustiva jornada laboral. La dicotomía queda apuntada. Ya no vale poder con un solo cometido. Eso se ha quedado antiguo. Por ello, al margen de la gran carga adrenalínica de la serie que engancha a los hombres, Alias es, ante todo, un gran alegato feminista.
Ya no habrá más Alias. Es una serie concluida que reposa en las estanterías de los centros comerciales en forma de cinco cajas de DVD´s con un universo de acción mística por descubrir en su interior. Los productores después de percibir que la adhesión a esta ficción por parte de la audiencia estadounidense ya no era la misma que en sus primeras temporadas, decidieron dar fin a la serie el 22 de mayo de 2006 para que no cayera en la caricatura de lo que fue, una máquina de cosechar premios (entre ellos el Globo de Oro para Garner en 2002 amén de tres nominaciones consecutivas más) en la que desfilaron intérpretes de la talla de Lena Olin, Quentin Tarantino, Faye Dunaway, Elodie Bouchez, Christian Slater, Isabella Rossellini, Angela Basset o Mia Maestro.
Como curiosidad, destacar que al quedarse embarazada Jennifer Garner durante el rodaje de la última temporada, su personaje fue delegando responsabilidades en las escenas de acción en el personaje de Rachel Gibson (Rachel Nichols), otra supuesta agente de
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