Lapidaria frase la de Ari Gold (Jeremy Piven) al intentar alentar a Drama (Kevin Dillon) cuando éste creía, en uno de los capítulos de 'El séquito' que su nueva serie sería un fracaso de crítica y público.
Pero a mí me gusta comer con Joey. No es una buena serie, pero no molesta. Quizá no hubiera nadie en el mundo entero que esperara con ansia la siguiente emisión –durante los dos años que estuvo en antena-, pero se deja ver. Y si el capítulo es de los más flojos, da igual, se pasa pronto, en apenas 20 minutitos. Joey es el prototipo de serie para consumir en mientras comes solo, sin nada mejor que ver, cuando le falta un rato al telediario o cuando se ha pasado ya.
Sería cruel compararlo con la nodriza de la que parte. Sería casi idiota. Es su spin-off. No es digno, aunque tampoco es aberrante. No es que se haya quedado con lo peor de su predecesora, porque Friends no tenía nada de malo. Es peor que lo peor Friends, pero, ¿acaso no lo son todas las series?
En España no es habitual el género del spin-off, modelo por el cual un destacado protagonista perteneciente a una exitosa serie de ficción, se escinde de la original y echa a volar solo. El emblema nacional más llamativo es la serie de Telecinco Aída, que supuso que el personaje interpretado por Carmen Machi en 7 vidas viera cómo se creaba un universo paralelo con ella como epicentro.
Más extendido está el fenómeno en EEUU, donde series como Buffy cazavampiros ha tenido su réplica en Angel, Cheers en Frasier o Anatomía de Grey en Private practice (Sin cita previa, con la endemoniadamente buena Kate Walsh a la cabeza).
Si bien puede decirse que Aída está abriendo caminos en el terreno de lo políticamente incorrecto, convirtiéndose en adalid de los valores tradicionales dela España profunda los demás spin offs suelen quedarse un poco a la zaga. Cascajosa dice que Ángel supuso de manos del guionista y productor Joss Whedon (Firefly) "una honrosa alternativa a Buffy, colocándose ambas series como dos de las más interesantes alumbradas por Warner en la última década". Nunca entenderé el amor de esta mujer por Sarah Michelle Gellar. Aún así, lo que defiende esta autora es que Angel no desmerece al original como sí hace Joey. Pero hay algo que admitir aunque me espante ver cómo alguien ha osado mancillar el buen nombre del original cinematográfico protagonizado por Luke Perry y Kristy Swanson. En Angel, las tramas de problemáticas adolescentes con la inadaptación social como bandera derivan en una serie detectivesca al modo de Verónica Mars pero más sobrenatural en su concepción. Hay evolución, innovación, ambición de no caer en el estancamiento.
De Joey no se puede decir lo mismo. Sus creadores pretendían repetir la fórmula de la gallina de los huevos de oro pero usando sólo la sexta parte del talento. Y no la mejor sexta parte. Joey es Friends en Hollywood análogamente a cuando Un rayo de luz tornó en Marisol rumbo a Río. Solo que ya no hay "amigos".
Comparte con la sitcom original el esquema de comedia doméstica. Casi todas las decisiones de Joey siguen siendo tomadas en la cocina-cuarto de estar, cerca siempre de un buen muslo de pollo.
La razón por la que el resultado final es tan fallido, aparte de los impedimentos económicos derivados de no poder contar con toda la plantilla (dada la negativa de los Schwimmer, Aniston, Perry, Cox y Kudrow a seguir perpetuando un hito que parecía inagotable, y debido a los magnates de Warner a seguir esclavizados por sus exigencias económicas -1 millón de dólares por cabeza cada capitulo-) es que el target apelado es distinto. Friends triunfó entre el colectivo urbanita post grunge que quería cambiar sus vaqueros rotos por Dockers y sus zapatillas Converse All Star decoloradas por zapatos Camper de diseño curvado. A todos los JASP WASP les apetecía tener una pandilla de amigos estable y recurrente con la que poder tomar cafés en el bar de debajo de casa que fuera lo más parecido posible al confortable salón de la abuela. Tazas de diseño y sofás con tapete fueron el germen del ahora masivo –aunque revolucionario en sus primeros compases- Starbucks.
El público potencial de Joey no es el mismo. Su humor es más inmediato, más zafio, sin la elaboración correspondiente a tener a 15 guionistas –los mejores y más graciosos del momento- detrás de cada trama. Drea di Matteo (Los Soprano) y Jennifer Coolidge (MQMF de American pie) salpican, y no precisamente con cuentagotas, ciertas dosis de humor verde inimaginable en la comedia neoyorquina. En Friends todo era blanco, humor para listos, sofisticado y surrealista, el único que creen los ejecutivos de Cuatro que entiende su audiencia tipo.
Aparte de todo ello, el cast es atroz. De los compañeros de reparto de LeBlanc, sólo Andrea Anders (la neurótica vecina de al lado) mantiene cierto nivel de encanto correlativo con sus antepasados de marca. Tiene ángel y cierta gracia anistoniana y barre en la comparación a Constanzo, Coolidge o Miguel A. Nuñez (Zach), "flamante" fichaje introducido con calzador para aportar algo más de solidez al elenco de la segunda temporada cuyo personaje fue difuminándose poco a poco hasta que sencillamente dejó de aparecer. Posiblemente pasa por ser el peor secundario de la historia de las comedias mundiales. Injusto sería, no obstante, no hacer mención al mejor personaje invitado de Joey, Jimmy, el cual, interpretado por Adam Goldberg (Déjà vu, Zodiac) hace que la serie vuele más alto en los 8 últimos capítulos que en ningún otro momento. Tiene un papel tan excesivo como divertido que aporta el genio al que a todo el mundo, a excepción de LeBlanc, le cuesta exteriorizar.
Si de alguna manera puede tener cierto calibre esta producción es por ser el reverso social de Friends. En ésta última el dinero nunca era problema. Los seis personajes tenían un nivel adquisitivo medio-alto que hacía que la identificación de cierto sector acomodado del público pudiera ser muy probable. Sumado a esto, está el hecho de que los espectadores que no pudieran permitirse el beber cafés de 4 pavos en la cafetería de Gunther sintieran cierta sana envidia que colocara a los seis "superamigos" en un pedestal admirable adornado con el mismo poso de fascinación que produce el conocer ala Dama de las Fiestas Patronales de tu pueblo.
En Joey el dinero no es algo tan banal. Hay problemas para pagar el alquiler y en un principio todos pasan apuros. Eso, hasta que J. consigue convertirse en una estrella de renombre de la que vivirán parasitando amigos y vecinos.Lo triste, para los nostálgicos, es que, a pesar de los rumores que hablan de reencuentro para eventuales especiales de Chandler, Ross, Mónica, Rachel, Phoebe y Joey, nada de esto parece cristalizar. Lo único cierto, a día de hoy es que Cox ha vuelto a la pantalla con Dirt, un drama de 40 minutos (13 episodios en la primera temporada, ya completa), Perry comenzó y acabó en 2006-07 Studio 60 on the Sunset Stripe (la nueva y extraordinaria obra del genio visionario Aaron Sorkin, creador de El Ala Oeste dela Casa Blanca ), Kudrow sigue siendo nominada para Emmys (The comeback) con su nueva sitcom y Schwimmer parece más centrado en la dirección que en la actuación. Sólo la excelente comediante Jennier Aniston ha conseguido labrarse una relativamente exitosa carrera como nueva reina de la comedia romántica (hay que reconocer que en gran parte debido a su pasada relación con el apolíneo Brad Pitt).
Matt LeBlanc, que no había tenido ningún éxito previo y sus proyectos cinematográficos paralelos a Friends se contaban por fiascos decidió apostar sobre seguro extrayendo el último jugo posible al personaje diseñado por Marta Kauffman que le situó en el olimpo televisivo como un icono pop perdurable.
Rellenito, glotón e irresistible mujeriego se estancó y permitió que la receta del éxito mantuviera su estrella encendida otros 15 segundos más manteniendo las claves constantes.
Todo ha acabado ya y el genial cómico LeBlanc, después de su pacto con el diablo, se encuentre tan identificado ahora con Joey que le costará conseguir trabajo y habrá de vagar todavía un tiempo, como en los primeros compases de su personaje, de audición en audición. La diferencia es que ahora no dirá que interpretó al Dr. Drake Ramoray de Los días de nuestra vida sino a Joey Tribbiani, protagonista de la gran Friends.
Pero a mí me gusta comer con Joey. No es una buena serie, pero no molesta. Quizá no hubiera nadie en el mundo entero que esperara con ansia la siguiente emisión –durante los dos años que estuvo en antena-, pero se deja ver. Y si el capítulo es de los más flojos, da igual, se pasa pronto, en apenas 20 minutitos. Joey es el prototipo de serie para consumir en mientras comes solo, sin nada mejor que ver, cuando le falta un rato al telediario o cuando se ha pasado ya.
Sería cruel compararlo con la nodriza de la que parte. Sería casi idiota. Es su spin-off. No es digno, aunque tampoco es aberrante. No es que se haya quedado con lo peor de su predecesora, porque Friends no tenía nada de malo. Es peor que lo peor Friends, pero, ¿acaso no lo son todas las series?
En España no es habitual el género del spin-off, modelo por el cual un destacado protagonista perteneciente a una exitosa serie de ficción, se escinde de la original y echa a volar solo. El emblema nacional más llamativo es la serie de Telecinco Aída, que supuso que el personaje interpretado por Carmen Machi en 7 vidas viera cómo se creaba un universo paralelo con ella como epicentro.
Más extendido está el fenómeno en EEUU, donde series como Buffy cazavampiros ha tenido su réplica en Angel, Cheers en Frasier o Anatomía de Grey en Private practice (Sin cita previa, con la endemoniadamente buena Kate Walsh a la cabeza).
Si bien puede decirse que Aída está abriendo caminos en el terreno de lo políticamente incorrecto, convirtiéndose en adalid de los valores tradicionales de
De Joey no se puede decir lo mismo. Sus creadores pretendían repetir la fórmula de la gallina de los huevos de oro pero usando sólo la sexta parte del talento. Y no la mejor sexta parte. Joey es Friends en Hollywood análogamente a cuando Un rayo de luz tornó en Marisol rumbo a Río. Solo que ya no hay "amigos".
Comparte con la sitcom original el esquema de comedia doméstica. Casi todas las decisiones de Joey siguen siendo tomadas en la cocina-cuarto de estar, cerca siempre de un buen muslo de pollo.
La razón por la que el resultado final es tan fallido, aparte de los impedimentos económicos derivados de no poder contar con toda la plantilla (dada la negativa de los Schwimmer, Aniston, Perry, Cox y Kudrow a seguir perpetuando un hito que parecía inagotable, y debido a los magnates de Warner a seguir esclavizados por sus exigencias económicas -1 millón de dólares por cabeza cada capitulo-) es que el target apelado es distinto. Friends triunfó entre el colectivo urbanita post grunge que quería cambiar sus vaqueros rotos por Dockers y sus zapatillas Converse All Star decoloradas por zapatos Camper de diseño curvado. A todos los JASP WASP les apetecía tener una pandilla de amigos estable y recurrente con la que poder tomar cafés en el bar de debajo de casa que fuera lo más parecido posible al confortable salón de la abuela. Tazas de diseño y sofás con tapete fueron el germen del ahora masivo –aunque revolucionario en sus primeros compases- Starbucks.
El público potencial de Joey no es el mismo. Su humor es más inmediato, más zafio, sin la elaboración correspondiente a tener a 15 guionistas –los mejores y más graciosos del momento- detrás de cada trama. Drea di Matteo (Los Soprano) y Jennifer Coolidge (MQMF de American pie) salpican, y no precisamente con cuentagotas, ciertas dosis de humor verde inimaginable en la comedia neoyorquina. En Friends todo era blanco, humor para listos, sofisticado y surrealista, el único que creen los ejecutivos de Cuatro que entiende su audiencia tipo.
Aparte de todo ello, el cast es atroz. De los compañeros de reparto de LeBlanc, sólo Andrea Anders (la neurótica vecina de al lado) mantiene cierto nivel de encanto correlativo con sus antepasados de marca. Tiene ángel y cierta gracia anistoniana y barre en la comparación a Constanzo, Coolidge o Miguel A. Nuñez (Zach), "flamante" fichaje introducido con calzador para aportar algo más de solidez al elenco de la segunda temporada cuyo personaje fue difuminándose poco a poco hasta que sencillamente dejó de aparecer. Posiblemente pasa por ser el peor secundario de la historia de las comedias mundiales. Injusto sería, no obstante, no hacer mención al mejor personaje invitado de Joey, Jimmy, el cual, interpretado por Adam Goldberg (Déjà vu, Zodiac) hace que la serie vuele más alto en los 8 últimos capítulos que en ningún otro momento. Tiene un papel tan excesivo como divertido que aporta el genio al que a todo el mundo, a excepción de LeBlanc, le cuesta exteriorizar.
Si de alguna manera puede tener cierto calibre esta producción es por ser el reverso social de Friends. En ésta última el dinero nunca era problema. Los seis personajes tenían un nivel adquisitivo medio-alto que hacía que la identificación de cierto sector acomodado del público pudiera ser muy probable. Sumado a esto, está el hecho de que los espectadores que no pudieran permitirse el beber cafés de 4 pavos en la cafetería de Gunther sintieran cierta sana envidia que colocara a los seis "superamigos" en un pedestal admirable adornado con el mismo poso de fascinación que produce el conocer a
En Joey el dinero no es algo tan banal. Hay problemas para pagar el alquiler y en un principio todos pasan apuros. Eso, hasta que J. consigue convertirse en una estrella de renombre de la que vivirán parasitando amigos y vecinos.Lo triste, para los nostálgicos, es que, a pesar de los rumores que hablan de reencuentro para eventuales especiales de Chandler, Ross, Mónica, Rachel, Phoebe y Joey, nada de esto parece cristalizar. Lo único cierto, a día de hoy es que Cox ha vuelto a la pantalla con Dirt, un drama de 40 minutos (13 episodios en la primera temporada, ya completa), Perry comenzó y acabó en 2006-07 Studio 60 on the Sunset Stripe (la nueva y extraordinaria obra del genio visionario Aaron Sorkin, creador de El Ala Oeste de
Matt LeBlanc, que no había tenido ningún éxito previo y sus proyectos cinematográficos paralelos a Friends se contaban por fiascos decidió apostar sobre seguro extrayendo el último jugo posible al personaje diseñado por Marta Kauffman que le situó en el olimpo televisivo como un icono pop perdurable.
Rellenito, glotón e irresistible mujeriego se estancó y permitió que la receta del éxito mantuviera su estrella encendida otros 15 segundos más manteniendo las claves constantes.
Todo ha acabado ya y el genial cómico LeBlanc, después de su pacto con el diablo, se encuentre tan identificado ahora con Joey que le costará conseguir trabajo y habrá de vagar todavía un tiempo, como en los primeros compases de su personaje, de audición en audición. La diferencia es que ahora no dirá que interpretó al Dr. Drake Ramoray de Los días de nuestra vida sino a Joey Tribbiani, protagonista de la gran Friends.
No hay comentarios:
Publicar un comentario