8 jun 2008

TV: Los hermanos Donnelly


Ayer por la noche, cuando fui a entregar a Ed el regalo de su 27 cumpleaños, un reloj dio las 23:00 y todavía no sabía de lo que os iba a hablar hoy. Pensaba que os podría hablar de Soy espía, la peli que me había recomendado J. el día anterior. Imaginaba que no me costaría ejercer una agria acusación contra sus muchas flaquezas a pesar de la gracia de Eddie Murphy, en uno de sus más hilarantes papeles desde los 80. Luego me di cuenta de que sus flaquezas, como las del cine de Sandler y de mucha de la calaña cómica estadounidense es buscada y yo iba a parecer un amargado sin visión periférica.

Pasado un rato, unas risas y unas confidecias, un reloj dio la 1:00 y yo estaba de vuelta en casa sin tema. Y enchufé el DVD, y ocurrió el milagro, y me dije que Los hermanos Donnelly serían mi tema de hoy. Vi el piloto, sólo el piloto. Tenía la temporada entera y toda una noche por delante sin sueño, pero me dije que prefería acostarme y rumiarlo, porque acababa de ver una de las mejores películas de 45 minutos que recuerdo.

Los hermanos Donnelly, es la serie con más sabor cinematográfico que una cadena generalista (NBC) emitiera la temporada pasada. Con una fotografía digna de gran estudio y una violencia explícita descarnada, su caldo de cultivo parecía más propio de un canal por cable como la HBO. Allí hubiera encontrado el amparo del público selecto, uno que no ofrece audiencias masivas, pero sí de calidad. Quizá la cadena que compró la idea de Haggis fue la culpable de que la acogida de la serie en USA fuera tan fría que la tuvieran que cancelar a la mitad de las emisiones.

Siempre os hablo de las series cuando las he terminado. Cuando me he zampado una temporada al menos. De ésta sólo he visto el primer capítulo de 13. Me gusta pensar en Los hermanos Donnelly como en 13 películas distintas. Cada una de ellas me llevará un tiempo. Las analizaré con calma, para que no se me apelotonen los detalles en la memoria y pueda distinguir unas de otras, al contrario de lo que ocurre con otros productos que ganan en su conjunto. Todavía tengo muy vivo en mi memoria el recuerdo del piloto, quizá porque me pasé una hora dando vueltas en la cama rememorando sus cuidadas escenas y la construcción de sus personajes, matizados y complementarios.

Al frente, Jonathan Tucker (Tommy Donnelly), un chico imberbe de unos 22 años, con demasiada carga a sus espaldas para tan corta edad. A lo mejor, me sorprendió tanto su solvencia porque yo le conocí en 100 girls, una reivindicable comedia teen del 2000. En ella daba vida a un panoli. Aquí es un proyecto de capo mafioso. El menor de cuatro hermanos. El líder natural que sabe que tiene que tirar del carro cuando las cosas se ponen feas. Un papel que hubiera podido interpretar Wenworth Miller (Prison break) si contara con 1o años menos. El héroe listo. Quizá no el más duro con los puños pero dueño de una cabeza que devuelve las jugarretas multiplicadas por 100.000.

En el segundo capítulo de la tercera temporada de Prison break, cuando Mahone (William Fichtner) es preguntado acerca de la opinión que tiene de Michael Scofield, éste responde: "Si te quiere, dará la vida por ti; pero como te conviertas en su enemigo, te puede joder de tres maneras distintas". De ese tipo de héroe estamos hablando, de uno que no quiere serlo pero que cuenta con todos los recursos para ser el mejor de cuantos le rodean.

El amor es la rueda de molino que mueve las acciones de Tommy Donnelly, un joven irlandés que habrá de tomar decisiones, un continuador de la estela dejada por el Pacino de El padrino, el DiCaprio de Infiltrados, o los Pitt y Patric de Sleepers. Chicos de barrio, duros a la fuerza, a los que les robaron la infancia.

Vislumbro un romance guadiánico que atormentará a Tommy, una de esas historias de amor imposibles que le vincularán con Jenny (Olivia Wilde), su enamorada de la infancia; ahora casada y abandonada pero atada por un matrimonio irlandés indisoluble a pesar de las circunstancias. Los irlandeses neoyorquinos, máximos exponenentes de la culpa católica, prometen confesiones catárticas en la parroquia y un buen número de funerales, quizá sin boda.

He querido hacer un monográfico del piloto de Los hermanos Donnelly porque es brutal. Ya veremos si da para más. Si no, es igual. Como la primera temporada de Studio 60 o la primera película de la trilogía de Matrix, pervivirá. Estará ahí, en mi estantería para recuperarlo una y otra vez. Si todo lo demás es fatal, dará lo mismo porque esta peliculita es una obra maestra incorruptible. De hecho, la voy a incluir desde ya en un rincón privado de mi memoria junto a la primera temporada de Studio 60 y la primera parte de Matrix, porque son prendas de un equipaje que me ayuda a ser más feliz, que me hace la vida más entretenida.

Se me olvidaba. La escena final merece capítulo aparte. No sólo por la fuerza de unas imágenes que no os quiero desvelar. Snow Patrol hace acto de presencia con su gran obra maestra "Open your eyes" y cierran con sus notas musicales un capítulo para enmarcar de la misma manera que ya hicieran con él último de la temporada 12 de Urgencias. Entonces lo hicieron así:



En los Donnelly, lo averiguáis vosotros. No es una sugerencia.

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