Y por eso Barney Stinson es el mejor secundario de comedia de los últimos diez años....
Perdóneseme la boutade, la frivolidad; perdóneseme el haber empezado la casa por el tejado pero es que el sujeto de estudio lo merece porque va contracorriente. Porque empieza por el final, en el año 2030 y deconstruye la historia de amor de Ted Mosby.
Ted es un arquitecto, y en el futuro, con la voz (sólo con la voz) de Bob Saget (el padre de las ya talluditas gemelas Olsen en Padres forzosos), ejerce de padre cebolletas con unos hijos que, por las caras de aburrimiento que muestran durante los 64 capítulos que componen las tres primeras temporadas, preferirían jugar a la videoconsola, disecar insectos o trabajar en una pizzería a media jornada. Todo menos aguantar a papá, que es un plasta.
A modo de flashback gigante (cada capítulo es una vuelta al pasado, a 2008), el Ted adulto cuenta batallitas relativas a sus años de treintañero a sus herederos (chico y chica), las que le teledirigieron hasta conocer a su (de ellos) madre. Por ello, quítense el sombrero ante un planteamiento estructural alejado de toda norma, radicalmente innovador, que da una vuelta de tuerca al punto de vista de narrador omnisciente (tramposo a veces, pues Ted relata escenas en las que ni siquiera aparece). Pero no sean duros, porque este hecho se compensa cuando de tocan las teclas de la condescendencia del público: hay más de una ocasión en que la fantasía es tan acentuada que Mosby recula, rectifica y borra de un plumazo una trama porque se da cuenta de que quizá no recuerda el pasado tal y como fue y ha metido ingredientes de su cosecha.
Por el tono y el colectivo social retratado, esta sitcom toma el relevo de la extinta Friends. El arquitecto, la profesora de jardín de infancia, el abogado, la periodista y el, el, el... sí aquí también hay un "Chandler" que nadie sabe a que se dedica: Barney, pero no nos anticipemos.
Ted conoció en la universidad a Marshall. Son amigos del alma, de esos que comparten todo. Más tarde se unió Lilly, que se casaría con el segundo y conformaría con ellos un trío bien avenido, todos compañeros de piso y sin problemas de espacio. Ted no es un sujetavelas, es el compañero ideal: ordenado, metódico, solidario, divertido... En el primer capítulo de la serie aparece Robin, de la que se enamora perdidamente el narrador. La trama de ese piloto sienta con precisión las bases de cómo discurrirá todo. Ted está asolado por su reloj biológico y no quiere tener relaciones casuales, la próxima chica será la definitiva. La conducta, tanto de él como de todos los habitantes del ecosistema Cómo conocí... quedan perfectamente dibujadas en ese jugoso capítulo que narra la historia del florecimiento de su amor con Robin y su posterior ruptura. Veinte minutos de lo más aprovechados; y cuando tanto los espectadores como los hijos están ya seguros del tormento que se viene encima, del imposible equilibrio relacional de los dos JASP, Saget se saca de la manga "Y esta, hijos míos, es la historia de cómo conocí a vuestra tía Robin". Contador a cero otra vez. ¿Nos dará la solución el segundo capítulo? Lo cierto es que no.
Lo cierto es que tras tres temporadas, las aventuras y desventuras del quinteto protagonista no arrojan nada de luz sobre el dilema universal. A veces hay remotas alusiones, a veces parece que se llegará a algo, pero los creadores Carter Bays y Craig Thomas no paran de tirar balones fuera. Todo un riesgo si se tiene en cuenta que la serie estuvo a punto de ser cancelada a mitad de su tercera temporada por su descenso de audiencia (situación atajada con un par de apariciones estelares de la extravagante Britney Spears), con lo que el misterio hubiera quedado prisionero por siempre en el limbo televisivo. Crimen. Si una sitcom ha requerido alguna vez un final redondo es esta. Es como si nos despojaran del final de Perdidos.
Pormenorizando, cabe decir que estos jóvenes, que se desplazan por Nueva York en taxi y que parecen tener reservas económicas infinitas, habitan en un ambiente calcado al de los Ross, Rachel, Joey y compañía. Cuando no están en el apartamento hablando de sus quehaceres, hablan de sus quehaceres en el pub de debajo de casa, su particular Central Perk. Sólo que aquí el café es sustituido por grandes jarras de cerveza. A veces ocurren borracheras épicas, historias de flirteo frustrado o desengaños laborales; temas adultos, en definitiva, pero siempre tamizados por un velo de humor blanco. Todos son divertidos, todos ocurrentes, son los típicos amigos que harían todo por ti, los que cualquiera querría tener a su lado.
Pero hay un protagonista en la sombra, alguien cuyo carisma es tan gigantesco que merece un capítulo aparte: Barney, el de la profesión indeterminada, el castigachicas, el que piensa que las mejores cosas ocurren siempre a partir de las 3 de la semana y serán "le-gen-da-rias", conoce a todos los taxistas de la ciudad, utiliza un leguaje propio (V.O. por favor), escribe un blog y obliga a Ted a ponerse traje en las citas. Puede que "Ponte traje" sea la frase más repetida de la historia de las telecomedias después de "¡Estábamos tomándonos un descanso!". Por su pecualiar manera de hablar, sus disparatadas teorías y decálogos sobre las relaciones sentimentales y por su absoluta asepsia moral, Neil Patrick Harris (aquel repolludo niño protagonista de Un médico precoz) es la estrella que tiene luz propia en una serie ejemplarmente diseñada, genialmente interpretada y grandiosamente orquestada como apología de la exaltación de la amistad.
Y por eso Barney Stinson es el mejor secundario de comedia de los últimos diez años....
1 comentario:
totalmente de acuerdo... ya no puedo vivir sin "Swarley" (jiji) es sin duda el amo...
y a pesar de que no sea suyo, he de decir que aun venero a Marshall y a Lily por este dialogo (lo siento tenia que ponertelo jeje):
M:de verdad pretendes que me emocione por una fondue?
L:es mojar cosas en queso caliente, se te ocurre algo mejor?
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