18 ago 2008

Hellboy 2: El ejército dorado (Guillermo del Toro, 2008)


Después de que todo el mundo encumbrara a Del Toro con su laberíntico fauno, se esperaba con rabia su vuelta a Hellboy cargado de madurez. Siempre había dicho que ésta sería su gran obra, la que más ilusión le hacía rodar, y, ciertamente, es un entretenimiento saludable. Sus personajes son carismáticos y el sentido del humor latente en cada línea de diálogo les carga de personalidad a velocidad de crucero. Pero hay una tara y es que, de tan políticamente incorrecto que resulta 'Red' (el diablillo rojo en cuestión), se tiende a empatizar con su brutalidad descafeinada de manera que ésta rebaja su nivel de impacto hasta convertirse en el único código moral posible. No es algo malo, es que una vez conocido el personaje, su chispa, de tan asumida, decae. La historia no es mejor, como se esperaba, que la de su predecesora y los nuevos freaks tampoco aportan chispa sustancial. Así pues, el continuismo es el principio fundacional de una saga en la que, de no mediar una revolución, acabarán por empastarse unos capítulos con otros. Hay que subrayar, eso sí, la pasmosa belleza formal y el ingenio de las peleas a golpe de espada, empedrado antebrazo o trabuco. Y también (con raya doble llamativamente fosforita) a Selma Blair. En ella, el hecho de no cambiar, sí que es una ventaja.

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