24 sept 2008

San Sebastián (Día 7): Dos cintas agridulces sobre la importancia de sobreponerse

El director japonés Hirokazu Kore-Eda

Al final, como correspondía, la arena artística no se confundió ayer noche con la política ni la violenta. El pase de gala de 'Tiro en la cabeza' estuvo rodeado de normalidad, sosiego y calma. Los más agoreros esperaban revueltas, o microrrevueltas al menos, pero ese arte y ensayo que Boyero masacra en El País y que El Mundo, ABC y Gara, entre otros, ponen hoy por la nubes en sus críticas, sólo se diferenció en su estreno de cualquier otro por la presencia de media decena de efectivos de la Ertzaintza inactivos a las puertas del Kursaal 1.

Rashid Masharawi, junto a los actores Mohamed Bakri y Areen Omari, antes de presentar su película 'Eid Milad Laila'.

Y si en lo social la cosa se revisitió de una moderación inesperada y loable, las que siguen dando que hablar son las tertulias periodísticas. Los grupitos a la salida de los pases se preguntan entre sí "¿Te ha gustado la japonesa?" "¿Qué tal la palestina?" Pero pronto el 'tema Rosales' sale a escena de nuevo. Tomadura de pelo y clarividencia se mezclan en un magma indistinguible. La segunda opinión radica, no sabe uno si en la pose, en la apuesta de futuro (es tan inteligente como maquiavélico defender lo difícil de defender a la espera de que la historia le dé una lugar de culto en el olimpo de la innovación) o en la convicción plena, pero cierto es que algunos sucumbieron a las palabras del director en la rueda de prensa y posteriores entrevistas. Se puede ser partidario o no de su discurso, lo que está claro es que el catalán sabe revestir de misticismo sus respuestas. Hasta los detractores reconocen su oratoria. Hasta los más obcecados en destapar la mentira de su "arte" hablan bien de su educación.

A partir de este párrafo, toca carpetazo a la contaminación 'Rosaliana', a no ser que ocurra una sorpresa inesperada en forma de pellizco en el palmarés, porque hoy se han presentado dos películas y, por cierto, bastante buenas. La primera, 'Still walking', del realizador Hirozaku Kore-eda, ha dado lugar a uno de esos excepcionales escenarios en los que el público se pone casi masivamente de acuerdo en la alabanza. Nadie cuestiona que sus planos están escritos en formato de pequeño gran cine.

'Still walking', del realizador Hirozaku Kore-eda, ha dado lugar a uno de esos excepcionales escenarios en los que el público se pone casi masivamente de acuerdo en la alabanza

La trama nos enseña una reunión familiar, conmemorativa de la muerte prematura del hermano mayor, que tiene como consecuencia la confrontación de caracteres de una unidad disfuncional formada por el padre, altivo y clasista; la madre, abnegada y servicial y dos hijos de distinto sexo, ambos en la treintena. Ella se ha casado con un idiota (en el mejor de los sentidos, un 'parras' usando la jerga de mi barrio) y su unión es respetada. El hijo, que desde la desaparición de su hermano mayor debe convertirse en el sólido sucesor, llega con su mujer, divorciada de otro hombre y con un hijo del mismo. La inteligencia y educación de ella son elevadas, pero su condición de 'usada' molesta a la suegra, que no tiene reparos a la hora de demostrarlo.

Es imposible no sentirse repelido por la estructura jerárquica de las castas orientales, al menos de las que nos llegan en forma de bobinas fílmicas, que suelen otorgar una importancia menor a la mujer; pero, de la misma manera, resulta paradójicamente tierno el amoroso sometimiento con el que la hembra acepta y disfruta de su rol de ama de casa todoterreno. Emociona Kore-eda con su fresco de mezquindad, que salpica en todas las direcciones, pero, que, con ojos humanos, se sabe comprender, asimilar y superar.

La cámara, recreativa, espectadora amable y nunca molesta, recoge retales de un día de verano en el que se hacen promesas a la ligera que adquiren su belleza poética en un futuro de incumplimientos. Cuatro protagonistas principales y un par de secundarios para enmarcar redondean el elenco de una de las más bonitas perlas salidas de la Concha en los últimos años.

Por otra arte, si densa y concéntrica resulta la reunión anterior, liviana y esplendorosa es la segunda película que se ha presentado este miércoles a concurso, y en lo de 'esplendorosa', aviso, me quedo casi solo. 'El cumpleaños de Layla' del director palestino Rashid Masarawi, recrea la jornada laboral de un recto taxista, antes juez, en el día del cumpleaños de su hija pequeña. Cada pasajero es un gag y cada carrera, un cúmulo de divertidos despropósitos. El conflicto con los israelíes no es tratado más que de rebote, pero sirve de mucho para destapar la verdadera esencia de un personaje admirable que se va convirtiendo con la sucesión de las horas en un descendiente lejano del Michael Douglas de 'Un día de furia'. Para muchos ha sido una de las frivolidades del festival por su aparente poco peso, pero el cine, en ocasiones, sólo pretende contar fábulas, y ésta, como fábula, es sólida como el cemento.


No hay comentarios: