La sutileza que muestra en su primer tramo el libro de John Boyne es el único valor que para mí tiene. La brutalidad del régimen nazi vista desde los ojos de un niño. Para el director británico Mark Herman eso parece ser, es lo de menos, ya que desde la escena inicial arranca ambientando aparatosamente y liquidando el espíritu de inocencia que los menos descreídos amantes de la novela pudieran albergar. No discuto la enorme utilidad del best seller en cuestión como pasaporte hacia la iniciación lectora de muchos niños que viven pegados a las videoconsolas, pero jamás lo catalogaría como gran literatura. Por ello, debido a la traslación página por página del libro a la pantalla, su adaptación la catalogo también como cine menor, porque obvia el espíritu de Boyne y sólo sabe crear clímax forzados a base de estridencias sonoras.
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