El material de partida era tan bueno y el personaje tan rico que era difícil que Anton Corbijn se equivocara en su tardío debut. Como los poetas malditos, Ian Curtis decidió discontinuar su atormentada existencia a los 23, cuando era un grande, aunque todavía no el coloso que es ahora. Por muy virgen que entres a la sala sabes que al avinagrado y espástico líder de los Joy Division le espera un futuro aciago. Y Corbijn nos va llevando con mano izquierda hasta esa cocina que no deja de girar. Lo hace sin sentido del humor, que para eso ya nos contó Winterbottom la cara B de esta historia en la frenética '24 Hour Party People'.
Aquí sólo hay ego, tedio, incapacidad para la autogestión y estupidez emocional colindando con una genialidad fuera de toda discusión. 'Control' es minoritaria, reposada, se ha estrenado tarde y mal y es previsible como el chaparrón en una tarde plomiza. Pero es una delicia para los sentidos. Su debutante Sam Riley, su blanco y negro y todo lo demás.
Valoración: 9/10
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