Atentos todos, que estamos ante la orgullosa merecedora de la Concha de Plata en el último Festival de San Sebastián, una mirada reposada hacia el alzheimer, esa enfermedad de mierda que deshumaniza y agota a familiares y amigos. Si la película la hubiéramos rodado en España, habría derivado seguramente en comedia social, con la abuela haciendo calceta y de repente, sin saber cómo, animando al Atleti en el Calderón arrastrada por una marea humana. Chus Lampreave me viene a la cabeza. Pero no, la turca Yesim Ustaoglu se lo toma en serio y analiza la incomunicación y la deriva fracasada de gentes con toda la vida por delante pero emocionalmente desahuciadas.
Nusret (Tsilla Chelton, premiada también en Donosti) es la matriarca nonagenaria que pierde la memoria de la noche a la mañana para acabar extraviándose en el bosque. Sus tres hijos, en la cuarentena, se dan cuenta de que tendrán que estar más encima de ella y buscan sistemas de gestión que les hagan combatir la mala relación que comparten. El mito de que tu familia no es a quien quieres sino quien te toca es abordado por Ustaoglu sobrevolando con pies de bailarina un drama turbio e incómodo de difícil visionado y gran poso. No es divertida su deglución, ni siquiera entretenida. Es un puñetazo en el estómago que falla en lo cinematográfico y sacude la conciencia. Una dosis de hiperrealidad para no escapar de la cotidianeidad cuando el proyeccionista apaga las luces.
Valoración: 5/10
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