Vamos a ver: Michael Bay no es John Ford, ni seguramente quiera serlo; y no está adaptando a Shakespeare; la suya es otra liga, y en ella suele ser máximo anotador. La secuela de 'Transformers' no es arte y ensayo, de hecho, quizá sea lo más descerebrado que se puede echar uno al coleto, pero no estafa a nadie. No tiene ínfulas de grandeza ni afán de trascendencia. No pretende derribar fronteras narrativas y mucho menos perdurar, porque pronto vendrán 'Tranformers 3', y luego 'Transformers 4', y 'Transformers 5', y así sucesivamente hasta que Lorenzo di Bonaventura, productor del armatoste y de la inminente 'G.I.Joe', se aburra de estos muñequitos y elija otros muñequitos distintos en los que invertir celuloide y nuevos cientos de millones de dólares crujientes.
Más coches y más grandes, más 'sentido del humor' (el que los guionistas Orci, Kurtzman y Kruger han tenido tiempo de encajar entre explosión y explosión), más metraje (dos horas y media, así que muy recomendable adquirir una coca-cola con la entrada, no sea que nos quedemos traspuestos y nos perdamos alguna de las inimitables hostias bíblicas del sarao) y... ¡ups!... menos chicha. Si no fuera por ese pero (Megan Fox tiene menos planos guarretes que en la primera parte), bien podríamos colgarle la misma etiqueta que llevó la adaptación al cine de la serie 'South Park': "Bigger, longer and uncut".
Y 'Transformers 6', y 'Transformers 7', y 'Transformers 8'...
Valoración: 4/10
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