Salir de la casquería paródica y meterse en las grandes ligas de los superhéroes —y con bastante éxito comercial además—, hacían presagiar que habíamos perdido a un friki. Pero Sam Raimi ha tirado al monte. Escarmentado del varapalo crítico que se llevó la tercera entrega del hombre araña, volvió a lo que mejor sabe hacer, o, en cualquier caso, a lo que más parece gustarle. Hay ciertos residuos industriales en su vuelta al terror. Al menos, yo, no dejo de pensar que los protagonistas de esta 'Arrástrame al infierno' (Alison Lohman y Justin Long) no son más que una prolongación de saldo de los ya consagrados y carísimos Maguire y Dunst.
Por otro lado, con toda su filmografía repasada, esta vez mirando de manera retrospectiva, podemos ver que aparte del saltito y la cabriola, los 'Spiderman 1 y 2', antes que megalómanas películas de estudio sin personalidad eran sobre todo películas de Raimi muy bien tuneadas. La relación de los erráticos protagonistas entre sí, el ritmo cadencioso de su charla y la búsqueda de la esencia interior son cuestiones muy trilladas por el director del sombrero.
No comulgo con profecías, maldiciones ni emanaciones de ectoplasma. No conforman solas, o en conjunto, mi cine preferido. Además, 'Arrástrame al infierno' necesita algo del humor imberbe que desprendían 'Ola de crímenes... ola de risas!!' o 'El ejército de las tinieblas', pero, desde el punto de vista de un observador ecuánime, no puedo poner demasiadas pegas a una película tan poco prepotente, al nuevo juguete de un tipo que podría tener un Ferrari F1 pero es más feliz con un Cuatro latas. Puede que ahí esté el humor, no en el guión, sino en haberla hecho.
Valoración: 6,5/10
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