Juega a favor de 'Paranoid Park' el recuerdo vívido en mi retina de la última novela de Nick Hornby, que habla en tono de comedia agridulce de un skater adolescente sin dos dedos de frente. La marioneta principal de Gus Van Sant, skater también, es, como la mayoría de los protagonistas que maneja en su registro underground, greñudo, desgarbado, bello... y real, como una canción de Sigur Rós. Y se sirve de su candidez para visitar con torpes líneas de guión terrenos inhóspitos dentro de un alma humana aún en proceso embrionario.
Hornby, un escritor tanto más notable cuanto menos consciente era de ello, echa mano de clichés, de salingerismos y de botones que se mostraron efectivos en el pasado, para armar a un Sam revestido de idiocia y de actitudes que le adjudicaríamos todos si hubiéramos asistido a un curso CEAC de literatura creativa. Van Sant, el de 'Elephant', no el de 'Milk', opta por situar a su Alex (Gabe Nevins) tan cercano al suelo que no sabes cuándo se la va a pegar. Ése es su mérito: extraer la poesía del tartamudeo en vez de la mediocridad de la pompa.
Valoración: 8/10
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