'Ong Bak 2' es un cóctel de patadas y puñetazos, pero en ningún caso es una secuela de 'Ong Bak'. Es Tony Jaa —quien últimamente ostenta el monopolio de las tundas cinematográficas tailandesas—, que es un empresario muy listo. Decidido a amasar toda la pasta posible, toma también las riendas de la dirección para concederse doble sueldo. Y nada tiene que envidiar esta entrega, pese a su inexperiencia previa tras las cámaras, porque lo único que hace falta para desempeñar tal rol en este tipo de cine es un buen gusto para la coreografía, y sospechamos que en la primera parte (que en realidad no lo es, insisto en desenmascarar al maquiavélico mercadotécnico) era el propio Jaa el que se encargaba de preparar la estética de las peleas.
La trama del niño que asiste al brutal asesinato de sus padres, es secuestrado por unos comerciantes de esclavos, posteriormente rescatado por unos ladrones y más tarde encumbrado como mesías de las artes marciales sediento de venganza, recuerda a un paseo por el museo de historia natural o a una visita al Circo del Sol y/o evento exótico similar por el que pagas una barbaridad de dinero para impresionar a la chica de turno. Uno de esos cuyas entradas se adquieren en El Corte Inglés y te las dejan pagar con tarjeta de crédito, esto es, bonitos decorados con simbolismos totalmente incomprensibles para el común de los mortales de la Europa de los 27.
No me quiero despedir sin dar mi personal opinión sobre el Jaa actor: no es un actor, es un tío con cara de mala leche permanente que hace piruetas muy chulas.
Otro apunte: la escena de la pelea en la que participa el elefante llega a donde pretendió hacerlo la orgía de Smiths en 'Matrix Reloaded' pero sin que los planos informáticos canten. Contiene tal festival de hostias que estoy seguro de que los actores se tuvieron que hacer daño.
Valoración: 5/10
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