La única razón que se me ocurre para que las adolescentes papanatas del ancho globo vayan a ver la segunda parte de 'Crepúsculo', irreverencialmente bautizada 'Luna nueva' como el clásico de Hawks, es que Robert Pattinson enseñe cacho. Y Robert apenas sale.
Después de un preámbulo en el que no pasa nada (no sucede NADA hasta que no transcurren 70 minutos de metraje), de mucho diálogo enfático y autorreferencial ya visto en la primera entrega, Edward Cullen (ese intenso chupasangre) decide unilateralmente alejarse para que Bella no se exponga a los peligros derivados de su compañía. Pero la joven grunge con cara de hombre y poco pecho se enamora de su espectral ausencia y persigue su recuerdo a base de chutes de adrenalina. Lo que sea por mi Eddie.
Stephenie Meyer, mojigata y peligrosa escritora, se escora de manera cerril en la defensa de la castidad pero propone constantemente ideales de suicidio romántico, de puja amorosa violenta y de menages a troi moralmente admisibles. A raíz de su estática postura en cuanto a las bragas metálicas de Bella asistimos a media docena de escenas donde los protagonistas se hacen la cobra los unos a los otros sin tiempo a que el más entregado de los dos miembros de la ecuación pueda meter siquiera un poquico de lengua.
No tengo claro que la saga 'Crepúsculo' sea literatura de la misma manera que sé que la adaptación cinematográfica de 'Luna nueva' no es cine; sólo una sucesión de posturitas, de poses, de réplicas y contrarréplicas teatralizadas, cuyo contenido aspira a ser heredero de Shakespeare (si ya sonrojaba la descarada alusión a 'Crimen y castigo' en 'Match Point', aquí 'Romeo y Julieta' son fusilados sin piedad) y se queda en un sota-caballo-rey repetido constantemente en modo random con los factores desordenados pero el mismo resultado: "Nuestro amor es demasiado ardiente, así que vamos a volvernos tarumba como medio de exorcismo romántico". Y todos caen en la patochada. Así es como sienten y padecen los adolescentes de la generación iPod independientemente de su condición de vampiros, hombre lobo o simples niñitas repelentes con sobredosis de Danielle Steel.
Dado que no se puede analizar la estructura de la obra porque sencillamente no tiene una, alabamos la banda sonora y la interpretación de Michael Sheen, maquillado pero en su línea; de Dakota Fanning, que sale cinco minutos pero se come interpretativamente a quien le pongan por delante; y de Ashley Greene (la hermana vidente de Edward), más por su encanto que por sus líneas. Poco rédito para una obra que pretende ser 'El imperio contraataca' de esta década. Será la crisis.
P.D: De la que te has librado, Bayona.
Después de un preámbulo en el que no pasa nada (no sucede NADA hasta que no transcurren 70 minutos de metraje), de mucho diálogo enfático y autorreferencial ya visto en la primera entrega, Edward Cullen (ese intenso chupasangre) decide unilateralmente alejarse para que Bella no se exponga a los peligros derivados de su compañía. Pero la joven grunge con cara de hombre y poco pecho se enamora de su espectral ausencia y persigue su recuerdo a base de chutes de adrenalina. Lo que sea por mi Eddie.
Stephenie Meyer, mojigata y peligrosa escritora, se escora de manera cerril en la defensa de la castidad pero propone constantemente ideales de suicidio romántico, de puja amorosa violenta y de menages a troi moralmente admisibles. A raíz de su estática postura en cuanto a las bragas metálicas de Bella asistimos a media docena de escenas donde los protagonistas se hacen la cobra los unos a los otros sin tiempo a que el más entregado de los dos miembros de la ecuación pueda meter siquiera un poquico de lengua.
No tengo claro que la saga 'Crepúsculo' sea literatura de la misma manera que sé que la adaptación cinematográfica de 'Luna nueva' no es cine; sólo una sucesión de posturitas, de poses, de réplicas y contrarréplicas teatralizadas, cuyo contenido aspira a ser heredero de Shakespeare (si ya sonrojaba la descarada alusión a 'Crimen y castigo' en 'Match Point', aquí 'Romeo y Julieta' son fusilados sin piedad) y se queda en un sota-caballo-rey repetido constantemente en modo random con los factores desordenados pero el mismo resultado: "Nuestro amor es demasiado ardiente, así que vamos a volvernos tarumba como medio de exorcismo romántico". Y todos caen en la patochada. Así es como sienten y padecen los adolescentes de la generación iPod independientemente de su condición de vampiros, hombre lobo o simples niñitas repelentes con sobredosis de Danielle Steel.
Dado que no se puede analizar la estructura de la obra porque sencillamente no tiene una, alabamos la banda sonora y la interpretación de Michael Sheen, maquillado pero en su línea; de Dakota Fanning, que sale cinco minutos pero se come interpretativamente a quien le pongan por delante; y de Ashley Greene (la hermana vidente de Edward), más por su encanto que por sus líneas. Poco rédito para una obra que pretende ser 'El imperio contraataca' de esta década. Será la crisis.
P.D: De la que te has librado, Bayona.
Valoración: 2/10
Estreno: 18 de noviembre de 2009
2 comentarios:
Ya, tienes toda la razón, la única razón posible es ver al tío bueno de Robert, que este mes es portada de Vanity Fair America, ahí es na!
Vaya, compa Alberto, que no te ha gustado, ¿no...? En fin, es lo que tienen producciones de este perfil, en las que el cine se sacrifica a, digamos, otras "cosas"...
Saludos cordiales.
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