3 jun 2010

Wilde y Shakespeare en el ring

 Ben Barnes es el Dorian Gray de Oliver Parker.

Fantaseaba Bukowski en uno de sus cuentos con un eventual combate de boxeo entre él y Ernest Hemingway. El bebedor y follador profesional, según su propia definición, llevaba al terreno de lo físico la lucha intelectual. Ambos fueron poetas de la prosa y coetáneos. Pudo haber ocurrido. Más descabellada se antoja la escena en la que Brad Pitt pregunta a Edward Norton en ‘El club de la lucha’ con qué personaje histórico se zurraría.
-Pelearía con Gandhi.
-Buena respuesta.
-¿Y tú?
-Lincoln.
-¿Lincoln?
-Tío grande, mucha envergadura. Los flacos pelean hasta acabar en picadillo.
Así pues, si la barrera espaciotemporal no fuera problema, estimula imaginar un duelo de guantes entre dos de las figuras más enormes de la literatura mundial: el irlandés Oscar Wilde, de quien el día 11 de junio se estrena una nueva versión ‘El retrato de Dorian Gray’, y el inglés William Shakespeare, con 10 proyectos a estrenarse este año con él como guionista póstumo, entre ellos, ‘La tempestad’ de Julie Taymor, con Helen Mirren y Chris Cooper, y ‘Coriolanus’, el debut en la dirección de Ralph Fiennes.

Wilde, con la cara de Stephen Fry, se calza los guantes después de atarse en una cola de caballo su peinado de príncipe de Beukelaer. Shakespeare, con perilla y sin bigote, agreste y con roña de tinta en los puños de la camisola, se materializa con el rostro de Joseph Fiennes. Los metafóricos rounds son temáticos.

Proyectos 2010
La única novela de Oscar Wilde vive este año su vigésima adaptación al cine. El rostro del inmortal hedonista es el del ‘yogur’ Ben Barnes (quien fuera el príncipe Caspian en la segunda parte de ‘Las crónicas de Narnia’). Además, como trasunto del propio Wilde, encontramos al libertino Henry Wotton interpretado por un barbudo y señorial Colin Firth. La obra, una de las más icónicas del irlandés, no había tenido, a pesar de los múltiples intentos y exceptuando la versión de 1945, una demasiado digna adaptación. Ésta, al margen de la licencia de haberle inventado una hija a Wotton para humanizarle, lo es.

Si fuera por cantidad, barrería Shakespeare, y, a pesar de esperamos con ansia el enfrentamiento Fiennes-Gerard Butler en la mencionada ‘Coriolanus’ de que veremos ¡hasta tres adaptaciones distintas de ‘La tempestad’, dos de ‘Macbeth’ y un nuevo ‘Hamlet’!, apostamos todo a Wilde. Su primer gancho de gentleman es en las costillas de William. 1-0.

Paso a la pantalla
La Enciclopedia Británica dice de Shakespeare que "muchos le consideran el mayor dramaturgo de todos los tiempos. Sus piezas se representan más veces y en mayor número de naciones que las de cualquier otro escritor". Y es cierto. También lo es que si hacemos recuento de las ocasiones en las que el inmortal inglés ha aparecido en los créditos de un filme, la cuenta se dispara hasta 792. Le siguen Dickens, Dumas, Poe y Conan Doyle con menos de la mitad y, para encontrar a Wilde, tenemos que descender hasta el octavo puesto, nada deshonroso si consideramos que es uno de los menos prolíficos de los referidos. Pese a ello, punto para Shakespeare y tablas.

Versatilidad
Si hay una cualidad que se adapte bien al mundo de Wilde es la sofisticación. Sus personajes y sus obras lo son y él desde luego lo era. De pocos conocemos más brillantes desmanes o salidas de tono. Sus impertinencias y agudezas se mantienen bien contemporáneas, pero el caudal inspirador del autor de ‘Romeo y Julieta’ no es menos infinito. El transgresor Baz Luhrman se inventó un apoteosis de luz, color y armas de fuego en ‘Romeo + Julieta’ (1996) con un barbilampiño y pre-titánico Leo DiCaprio a la cabeza, pero es que después llegó Michael Almereyda para marcarse un ‘Hamlet’ futurista y radical con Ethan Hawke como príncipe neoyorquino, que ahora Dinamarca no es un reino sino una corporación empresarial. 

La deconstrucción no acaba ahí, ya que Gus Van Sant reimaginó ‘Enrique IV’ en su odisea filogay ‘Mi Idaho privado’ con River Phoenix como estrella madura; el también finado Heath Ledger protagonizó ‘10 razones para odiarte’ en 1999, remix de ‘La fierecilla domada’, y hasta Disney se atrevió con ‘El rey Lear’; en aquella ocasión el híbrido se bautizó como ‘El rey León’. Demasiado para que Neve Campbell con su revisitación televisiva de ‘El fantasma de Canterville’ pueda hacer algo de sombra. Nuevo round para Bill. Y Oscar, tambaleándose. 

Vidas de cine
En 1998, el casi desconocido John Madden se sacó de la manga una comedia tontorrona llamada ‘Shakespeare enamorado’ que se hizo con siete oscars de 13 candidaturas posibles. Los libros de historia la recuerdan más como la película que robó a Spielberg y a su ‘Salvar al soldado Ryan’ que como la tonteriíta ocurrente, divertida e insustancial que pretendió ser. 

Sin tanta pompa se presentó y promocionó ‘Wilde’, el más fiel y realista biopic a mayor gloria de Stephen Fry; una cinta injustamente tratada que no recibió toda la atención debida. Su visionado convalida con una clase de historia de la literatura y además supuso el descubrimiento de Jude Law (aunque esto no sabemos si suma o resta). De cualquier modo, maldita como Oscar, le proporciona un balón de oxígeno al poeta del bastón y una victoria en este parcial. 

Directores bibliófilos
No se puede decir que Shakespeare sea un gusto adquirido. Sus piezas teatrales, fueran suyas o de la marca que encabeza, han sido amadas y solventemente adaptadas por directores de la talla de Kurosawa (‘Ran’, ‘Trono de sangre’), Polanski (‘Macbeth’), Godard (‘El rey Lear’), Mankievicz (‘Julio César’) o Cukor (Romeo y Julieta’); obsesivamente coleccionadas por Laurence Olivier, Orson Welles y Kenneth Branagh, y recientemente trasladadas por Michael Radford (‘El mercader de Venecia’ y la próxima ‘El rey Lear’, con Pacino de monarca) u Oliver Parker (‘Otelo’). 

Precisamente este último, que debutó con Laurence Fishburne como celoso amante de Desdémona, dio volantazo y se cambió de bando en 1999 para devenir en adaptador oficial de Wilde. ‘Un marido ideal’, ‘La importancia de llamarse Ernesto’ y la presente ‘El retrato de Dorian Gray’ avalan a este meritorio director de época, pero su nombre palidece al lado de los monstruos shakespearianos, y, ni William Diaterle (‘Salomé’), ni Preminger (‘El abanico de Lady Windermere’), ni Lubitsch en la versión muda de la misma cinta, consiguen equilibrar la balanza. Una sucesión de golpes en el hígado seguido de gancho de izquierda en el rostro del coqueto irlandés da como consecuencia una victoria por K.O. del bardo inglés. De cualquier modo, ha sido una lucha de titanes.

--
Ver el artículo original publicado en El Mundo.

1 comentario:

andre dijo...

hombre, ya te digo. y más después de esta versión de 'el retrato de dorian gray'… ¿qué es eso de que el cuadro haga ruiditos?